Raúl Fain Binda 2010-04-12,
Silvio, nuestro contertulio napolitano en el pub de mi barrio, en Londres, jura que escuchó a su vecino inglés diciendo a su madre, tras el Barça-Arsenal, "Mom, Mom, Mom, I've seen Maradona; I'm in love, Mom".
Bromea, claro (con eso de "Mamma, mamma, mamma, o visto Maradona, eh mamma, innamorato son"), pero la broma refleja la realidad.
Y lo cierto es que muchos comentaristas, y también ingleses de a pie, se han rendido ante un futbolista al que hasta ayer consideraban un intruso, por detrás de Cristiano Ronaldo, Kaká y Wayne Rooney.
Silvio, nuestro contertulio napolitano en el pub de mi barrio, en Londres, jura que escuchó a su vecino inglés diciendo a su madre, tras el Barça-Arsenal, "Mom, Mom, Mom, I've seen Maradona; I'm in love, Mom".
Bromea, claro (con eso de "Mamma, mamma, mamma, o visto Maradona, eh mamma, innamorato son"), pero la broma refleja la realidad.
Y lo cierto es que muchos comentaristas, y también ingleses de a pie, se han rendido ante un futbolista al que hasta ayer consideraban un intruso, por detrás de Cristiano Ronaldo, Kaká y Wayne Rooney.
Aún quedan paganos, pero tras los cuatro goles al Arsenal, el martes, y la estocada al Real Madrid, el sábado, la mayoría se ha convertido al nuevo culto.
John Carlin (El País) y Sid Lowe (The Guardian), periodistas británicos radicados en España, ambos messistas, han señalado este fenómeno tardío.
Desde que llegué a Inglaterra, hace casi 30 años, me ha llamado la atención el uso de ciertos filtros culturales para asimilar o rechazar el aporte de ideas y personajes extranjeros.
Este filtraje se manifiesta en todos los países del mundo, por supuesto, pero con llamativas diferencias, propias de la cultura local.
(En algunos países, por ejemplo, todo lo que sea "yanqui" es malo, mientas que en otros todo lo que sea "yanqui" es bueno.)
Entre las peculiaridades inglesas está la inclinación a valorar solamente las personas y cosas propias, o que han hecho suyas por una u otra razón.
Así, los ingleses no aprenden idiomas extranjeros, apenas leen traducciones, sólo ven películas habladas en inglés (no toleran subtítulos ni doblajes) y no escuchan canciones populares que no sean en su idioma.
Esta inclinación, que algunos extranjeros identifican con xenofobia (yo creo que no lo es, pero admito que llena varios requisitos), les hace desconfiar, por ejemplo, de los filósofos franceses, los soldados italianos y los futbolistas extranjeros, salvo aquellos asimilados como propios.
Tales han sido los casos recientes del francés Thierry Henry y el portugués Ronaldo, tras sus pasos exitosos por clubes ingleses.
Los comentaristas locales también respetan mucho (tal vez más de lo necesario) a Kaká, que no ha jugado en Inglaterra, pero su condición de brasileño lo hace inglés honorario (reconocer la grandeza del fútbol brasileño no desmerece a nadie, al contrario...) y además habla inglés.
Messi, en cambio, ni siquiera habla catalán (por lo menos en público) y no es muy locuaz que digamos en castellano, un pecado mortal para muchos periodistas, que necesitan material para sus artículos y notas.
"Arrogants and charlatans make good copy" (los arrogantes y los charlatanes nos permiten escribir buenos artículos), nos dijo un periodista inglés, refiriéndose a CR9, que es "arrogante" y tiene bastante labia.
También está el pequeño detalle de las apariencias físicas. Francamente, Messi parece un alfeñique, mientras que CR9 parece Charles Atlas.
(La página en Internet de Charles Atlas lo muestra en una posición idéntica a la que CR9 adoptó hace poco para lucir sus abdominales.)
Muchos aficionados, de cualquier nacionalidad, reconocerán la superioridad de un campeón con un físico privilegiado, en contraste con un "alfeñique", como decía uno de los avisos más exitosos del siglo XX.
Todos sabemos, pero no siempre reconocemos, que el fútbol es un deporte universal justamente porque lo puede jugar cualquiera, hasta un alfeñique de 44 kilos, que no necesita crecer ni criar músculos como Charles Atlas (su verdadero nombre era Angelo Siciliano, 1892-1972).
La inclinación psicológica a exigirle un físico privilegiado a los campeones es, en parte, la verdadera razón por la que tantos artículos sobre Messi insisten en repetir la historia de las inyecciones para crecer.
Pero, para volver al punto central, los ingleses han aceptado de repente a Messi por la sencilla razón de que él y su Barça, en una simbiosis pocas veces vista en la historia del fútbol (¿tal vez Pelé-Santos, o Cruyff-Ajax?) borró del campo a un equipo ingles, el Arsenal.
Antes lo hizo con el Manchester United, pero su actuación en aquel partido no tuvo la locura del genio, apenas la sensatez del buen futbolista.
Reconocemos este proceso porque nos ocurre a casi todos: es más fácil valorar lo que nos afecta directamente.
Pero la resistencia no cesa.
Patrick Barclay, uno de los "peso pesados" del Times de Londres, en un artículo titulado "Messi figurará junto a Pelé y Maradona en el panteón de los grandes", cierra su argumentación con un dato que ningún observador familiarizado con el futbolista argentino reconoce como cierto.
No hay mucho que objetar cuando Barclay dice que el juego de Messi ha sido posible por la relativa protección de los árbitros, en comparación con la brutal cacería a los grandes futbolistas de hace 20 o 30 años.
Donde la embarra es al agregar que Messi se zambulle para sacar ventaja y protegerse a sí mismo.
"Sin las zambullidas, no tendríamos al Messi de hoy. Sin zambullirse, estaría en los márgenes del juego. Nadie debería celebrar su fascinante don sin comprender cómo puede florecer", escribió Barclay el 7 de abril.
Algunos dirán que Patrick Barclay no ha visto jugar a Messi más de dos o tres veces. Otros, que este flagrante error se debe a la vigencia del etnocentrismo en la formación profesional de los comentaristas ingleses.
No estamos de acuerdo. En primer lugar, un periodista de la trayectoria de Barclay seguramente ha visto a Messi en muchísimas ocasiones.
En segundo lugar, Barclay no es inglés sino escocés, algo muy diferente. La rivalidad entre escoceses e ingleses ha costado mucha sangre en épocas pasadas y hace correr mucha tinta en la actualidad.
Nuestro colega se equivoca, tal vez, impulsado por la necesidad psicológica de "equilibrar" su elogio con algún elemento negativo.
¿Se zambulle Messi?
Patrick Barclay, que reconoce su genio, cree que sí.
Otro respetadísimo periodista escocés trabajando en Inglaterra, Hugh McIlvanney (del Sunday Times), cree que no: "Su valentía es inagotable y su tamaño no le impide aguantar los golpes...".
John Carlin (El País) y Sid Lowe (The Guardian), periodistas británicos radicados en España, ambos messistas, han señalado este fenómeno tardío.
Desde que llegué a Inglaterra, hace casi 30 años, me ha llamado la atención el uso de ciertos filtros culturales para asimilar o rechazar el aporte de ideas y personajes extranjeros.
Este filtraje se manifiesta en todos los países del mundo, por supuesto, pero con llamativas diferencias, propias de la cultura local.
(En algunos países, por ejemplo, todo lo que sea "yanqui" es malo, mientas que en otros todo lo que sea "yanqui" es bueno.)
Entre las peculiaridades inglesas está la inclinación a valorar solamente las personas y cosas propias, o que han hecho suyas por una u otra razón.
Así, los ingleses no aprenden idiomas extranjeros, apenas leen traducciones, sólo ven películas habladas en inglés (no toleran subtítulos ni doblajes) y no escuchan canciones populares que no sean en su idioma.
Esta inclinación, que algunos extranjeros identifican con xenofobia (yo creo que no lo es, pero admito que llena varios requisitos), les hace desconfiar, por ejemplo, de los filósofos franceses, los soldados italianos y los futbolistas extranjeros, salvo aquellos asimilados como propios.
Tales han sido los casos recientes del francés Thierry Henry y el portugués Ronaldo, tras sus pasos exitosos por clubes ingleses.
Los comentaristas locales también respetan mucho (tal vez más de lo necesario) a Kaká, que no ha jugado en Inglaterra, pero su condición de brasileño lo hace inglés honorario (reconocer la grandeza del fútbol brasileño no desmerece a nadie, al contrario...) y además habla inglés.
Messi, en cambio, ni siquiera habla catalán (por lo menos en público) y no es muy locuaz que digamos en castellano, un pecado mortal para muchos periodistas, que necesitan material para sus artículos y notas.
"Arrogants and charlatans make good copy" (los arrogantes y los charlatanes nos permiten escribir buenos artículos), nos dijo un periodista inglés, refiriéndose a CR9, que es "arrogante" y tiene bastante labia.
También está el pequeño detalle de las apariencias físicas. Francamente, Messi parece un alfeñique, mientras que CR9 parece Charles Atlas.
(La página en Internet de Charles Atlas lo muestra en una posición idéntica a la que CR9 adoptó hace poco para lucir sus abdominales.)
Muchos aficionados, de cualquier nacionalidad, reconocerán la superioridad de un campeón con un físico privilegiado, en contraste con un "alfeñique", como decía uno de los avisos más exitosos del siglo XX.
Todos sabemos, pero no siempre reconocemos, que el fútbol es un deporte universal justamente porque lo puede jugar cualquiera, hasta un alfeñique de 44 kilos, que no necesita crecer ni criar músculos como Charles Atlas (su verdadero nombre era Angelo Siciliano, 1892-1972).
La inclinación psicológica a exigirle un físico privilegiado a los campeones es, en parte, la verdadera razón por la que tantos artículos sobre Messi insisten en repetir la historia de las inyecciones para crecer.
Pero, para volver al punto central, los ingleses han aceptado de repente a Messi por la sencilla razón de que él y su Barça, en una simbiosis pocas veces vista en la historia del fútbol (¿tal vez Pelé-Santos, o Cruyff-Ajax?) borró del campo a un equipo ingles, el Arsenal.
Antes lo hizo con el Manchester United, pero su actuación en aquel partido no tuvo la locura del genio, apenas la sensatez del buen futbolista.
Reconocemos este proceso porque nos ocurre a casi todos: es más fácil valorar lo que nos afecta directamente.
Pero la resistencia no cesa.
Patrick Barclay, uno de los "peso pesados" del Times de Londres, en un artículo titulado "Messi figurará junto a Pelé y Maradona en el panteón de los grandes", cierra su argumentación con un dato que ningún observador familiarizado con el futbolista argentino reconoce como cierto.
No hay mucho que objetar cuando Barclay dice que el juego de Messi ha sido posible por la relativa protección de los árbitros, en comparación con la brutal cacería a los grandes futbolistas de hace 20 o 30 años.
Donde la embarra es al agregar que Messi se zambulle para sacar ventaja y protegerse a sí mismo.
"Sin las zambullidas, no tendríamos al Messi de hoy. Sin zambullirse, estaría en los márgenes del juego. Nadie debería celebrar su fascinante don sin comprender cómo puede florecer", escribió Barclay el 7 de abril.
Algunos dirán que Patrick Barclay no ha visto jugar a Messi más de dos o tres veces. Otros, que este flagrante error se debe a la vigencia del etnocentrismo en la formación profesional de los comentaristas ingleses.
No estamos de acuerdo. En primer lugar, un periodista de la trayectoria de Barclay seguramente ha visto a Messi en muchísimas ocasiones.
En segundo lugar, Barclay no es inglés sino escocés, algo muy diferente. La rivalidad entre escoceses e ingleses ha costado mucha sangre en épocas pasadas y hace correr mucha tinta en la actualidad.
Nuestro colega se equivoca, tal vez, impulsado por la necesidad psicológica de "equilibrar" su elogio con algún elemento negativo.
¿Se zambulle Messi?
Patrick Barclay, que reconoce su genio, cree que sí.
Otro respetadísimo periodista escocés trabajando en Inglaterra, Hugh McIlvanney (del Sunday Times), cree que no: "Su valentía es inagotable y su tamaño no le impide aguantar los golpes...".
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