Luis Martín. Diario El País:
Jorge Messi se plantó y, harto de dar vueltas por las instalaciones del Camp Nou durante el mes de octubre de 2000, amenazó con llevarse a su hijo si el Barcelona no le extendía ya mismo un contrato. A Carles Rexach, director deportivo del club, el ultimátum le sonó tan serio y el niño le parecía tan bueno que tomó una servilleta de papel y en el restaurante del Club Tenis Pompeia, presidido por Josep Maria Minguella, escribió: “Yo, Charly Rexach, en presencia de Horacio Gaggioli [representante de la empresa Marka y que actuó en nombre de la familia Messi] y Josep Maria Minguella, me comprometo a la contratación de Lionel Messi en las condiciones pactadas y a pesar de la contra interna que existe en el club”.
El padre de Messi se dio por satisfecho con la servilleta, un recurso sorprendente en un club que entonces ya pasaba por tener muy bien estructurado el fútbol base. El problema lo tuvo después la directiva presidida por Joan Gaspart para dar forma y fondo al contrato, algo nada fácil en un consejo que manejó situaciones laborales muy complejas y acuerdos sospechosos cerrados al grito de “¡Chusín, el precio lo pongo yo!”, denuncia que Jesús Pereda puso en boca del director general Antón Parera en el fichaje de Geovanni.
Según se mire, el fichaje de Messi por el Barça se puede relativizar hasta el punto de convertirse en anuncio de cervezas. Incluso los hay que mantienen la memoria de aquel invierno de 2000 tan viva que el tema sigue sometido a un proceso judicial. Marka, una empresa de representación argentina, reclamó judicialmente las comisiones de aquel papel firmado por Rexach y lo sigue haciendo aunque dos juzgados han dado la razón a la familia Messi en los últimos años.
Por trascendente, el contrato tiene muchos padres, pero lo cierto es que madre parece tener sólo una: el empeño anónimo de un ex empleado del Espanyol que durante tres años ejerció de ejecutivo en los despachos del Barcelona y que responde al nombre de Juan Lacueva, nacido el 8 de agosto de 1949 en Campelles (Girona).
“El Barcelona estaba preparado para fichar a Saviola, pero era la primera vez que tenía una joya semejante de 12 años. Si no es por Lacueva difícilmente se habría quedado Messi en el Barça”, reconoce Minguella, testigo de aquellos acontecimientos, conocedor de los hilos que movió Lacueva como director general adjunto, responsabilizado del fútbol base y de las secciones.
“Hice mi trabajo. Para eso me pagaban”, explica Lacueva, quien admite incluso que hizo trampas: compró las primeras dosis de la hormona del crecimiento para que Leo siguiera el tratamiento que ya recibía en Argentina en una farmacia cercana al Camp Nou. “Había que hacer cosas o se largaba”, asume el gestor deportivo.
“No sé por qué te dejas los cuernos en este tema. Es un niño de 12 años. Para cuando ese crío sea un crack, tú ya no estarás!”, asume haberle dicho Parera. Y tenía razón. Y añade Lacueva: “Al final, me dijo: ‘Haz lo que tengas que hacer’. Él [Parera] bastante tenía con asuntos de mayor trascendencia”.
El problema es que hubo algunos técnicos que no quisieron dar el visto bueno a la contratación mientras otros la exigían sin reservas, con Quimet Rifé, responsable de la cantera, y Rexach a la cabeza. “Rifé me dijo que había que hacer un esfuerzo y firmarle un contrato con perspectivas de futuro. Rexach era más vehemente. Así que les pedí un informe para justificar mi gestión ante la directiva”, recuerda Lacueva. Rexach asiente: “Sí, es cierto. Alguien me pidió por escrito el informe. ¿Qué puse? ¡Que era un niño acojonante!”
Aquel primer documento, elaborado bajo el asesoramiento del letrado Leopoldo Hinjos, garantizaba siete millones de pesetas al padre del jugador por un puesto de trabajo dentro del fútbol base. “Era tan novedoso que garantizaba pagos por concepto de imagen si el chaval llegaba al primer equipo, unas cláusulas motivadas en parte por lo que estaba ocurriendo de manera paralela con Iniesta, que legalmente quedaba libre justo cuando el Madrid llamaba a la puerta”, insiste Lacueva; “lo de Iniesta lo solucionó Gaspart personalmente en el despacho. En lo de Messi se hizo lo que se tenía que hacer”.
“El club no paraba de apagar incendios. Así que aquel documento terminó por originar otro fuego”, asume Lacueva, que no quiere dar el nombre del directivo que montó en cólera cuando se enteró de que había negociado un acuerdo sin el beneplácito de la junta y, por tanto, se negó a firmar el documento que llevaba la rúbrica de los abogados, lo que le daba validez legal. Aunque la formalización del contrato exigía la firma de dos vicepresidentes, se dio por bueno con la de uno y la de los letrados. “¿Crees que sigues en el Espanyol? Aquí no queremos comisiones”, recriminó uno de los vicepresidentes a Lacueva.
Pese a que el tema pueda parecer ahora irrelevante, en la directiva se montó entonces un lío impresionante: “Nadie perdió el tiempo por aquel niño en aquella junta más que para insultar a Lacueva”, recuerda Parera al tiempo que destaca el esfuerzo realizado por Rexach, Rifé y Minguella.
Mientras tanto, Gaspart, rogaba para que Saviola le sacara del fango. No sabía que en la casa habían encontrado oro en un niño de 12 años llamado Messi.
Jorge Messi se plantó y, harto de dar vueltas por las instalaciones del Camp Nou durante el mes de octubre de 2000, amenazó con llevarse a su hijo si el Barcelona no le extendía ya mismo un contrato. A Carles Rexach, director deportivo del club, el ultimátum le sonó tan serio y el niño le parecía tan bueno que tomó una servilleta de papel y en el restaurante del Club Tenis Pompeia, presidido por Josep Maria Minguella, escribió: “Yo, Charly Rexach, en presencia de Horacio Gaggioli [representante de la empresa Marka y que actuó en nombre de la familia Messi] y Josep Maria Minguella, me comprometo a la contratación de Lionel Messi en las condiciones pactadas y a pesar de la contra interna que existe en el club”.
El padre de Messi se dio por satisfecho con la servilleta, un recurso sorprendente en un club que entonces ya pasaba por tener muy bien estructurado el fútbol base. El problema lo tuvo después la directiva presidida por Joan Gaspart para dar forma y fondo al contrato, algo nada fácil en un consejo que manejó situaciones laborales muy complejas y acuerdos sospechosos cerrados al grito de “¡Chusín, el precio lo pongo yo!”, denuncia que Jesús Pereda puso en boca del director general Antón Parera en el fichaje de Geovanni.
Según se mire, el fichaje de Messi por el Barça se puede relativizar hasta el punto de convertirse en anuncio de cervezas. Incluso los hay que mantienen la memoria de aquel invierno de 2000 tan viva que el tema sigue sometido a un proceso judicial. Marka, una empresa de representación argentina, reclamó judicialmente las comisiones de aquel papel firmado por Rexach y lo sigue haciendo aunque dos juzgados han dado la razón a la familia Messi en los últimos años.
Por trascendente, el contrato tiene muchos padres, pero lo cierto es que madre parece tener sólo una: el empeño anónimo de un ex empleado del Espanyol que durante tres años ejerció de ejecutivo en los despachos del Barcelona y que responde al nombre de Juan Lacueva, nacido el 8 de agosto de 1949 en Campelles (Girona).
“El Barcelona estaba preparado para fichar a Saviola, pero era la primera vez que tenía una joya semejante de 12 años. Si no es por Lacueva difícilmente se habría quedado Messi en el Barça”, reconoce Minguella, testigo de aquellos acontecimientos, conocedor de los hilos que movió Lacueva como director general adjunto, responsabilizado del fútbol base y de las secciones.
“Hice mi trabajo. Para eso me pagaban”, explica Lacueva, quien admite incluso que hizo trampas: compró las primeras dosis de la hormona del crecimiento para que Leo siguiera el tratamiento que ya recibía en Argentina en una farmacia cercana al Camp Nou. “Había que hacer cosas o se largaba”, asume el gestor deportivo.
“No sé por qué te dejas los cuernos en este tema. Es un niño de 12 años. Para cuando ese crío sea un crack, tú ya no estarás!”, asume haberle dicho Parera. Y tenía razón. Y añade Lacueva: “Al final, me dijo: ‘Haz lo que tengas que hacer’. Él [Parera] bastante tenía con asuntos de mayor trascendencia”.
El problema es que hubo algunos técnicos que no quisieron dar el visto bueno a la contratación mientras otros la exigían sin reservas, con Quimet Rifé, responsable de la cantera, y Rexach a la cabeza. “Rifé me dijo que había que hacer un esfuerzo y firmarle un contrato con perspectivas de futuro. Rexach era más vehemente. Así que les pedí un informe para justificar mi gestión ante la directiva”, recuerda Lacueva. Rexach asiente: “Sí, es cierto. Alguien me pidió por escrito el informe. ¿Qué puse? ¡Que era un niño acojonante!”
Aquel primer documento, elaborado bajo el asesoramiento del letrado Leopoldo Hinjos, garantizaba siete millones de pesetas al padre del jugador por un puesto de trabajo dentro del fútbol base. “Era tan novedoso que garantizaba pagos por concepto de imagen si el chaval llegaba al primer equipo, unas cláusulas motivadas en parte por lo que estaba ocurriendo de manera paralela con Iniesta, que legalmente quedaba libre justo cuando el Madrid llamaba a la puerta”, insiste Lacueva; “lo de Iniesta lo solucionó Gaspart personalmente en el despacho. En lo de Messi se hizo lo que se tenía que hacer”.
“El club no paraba de apagar incendios. Así que aquel documento terminó por originar otro fuego”, asume Lacueva, que no quiere dar el nombre del directivo que montó en cólera cuando se enteró de que había negociado un acuerdo sin el beneplácito de la junta y, por tanto, se negó a firmar el documento que llevaba la rúbrica de los abogados, lo que le daba validez legal. Aunque la formalización del contrato exigía la firma de dos vicepresidentes, se dio por bueno con la de uno y la de los letrados. “¿Crees que sigues en el Espanyol? Aquí no queremos comisiones”, recriminó uno de los vicepresidentes a Lacueva.
Pese a que el tema pueda parecer ahora irrelevante, en la directiva se montó entonces un lío impresionante: “Nadie perdió el tiempo por aquel niño en aquella junta más que para insultar a Lacueva”, recuerda Parera al tiempo que destaca el esfuerzo realizado por Rexach, Rifé y Minguella.
Mientras tanto, Gaspart, rogaba para que Saviola le sacara del fango. No sabía que en la casa habían encontrado oro en un niño de 12 años llamado Messi.
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