REPORTAJE
El delantero del Barça vuelve a Sevilla, donde lloró en la Copa, para tratar de ganar la Liga
RAMON BESA BARCELONA - BARCELONA - 07/05/2010
Messi es el futbolista del Barcelona más solicitado tanto por la prensa internacional como por los patrocinadores, de manera que su imagen funciona como marca personal -una de las que más factura en Europa en la industria del fútbol- y también asociada a la del club azulgrana en una línea parecida a la de Pep Guardiola. Los expertos en mercadotecnia coinciden en que el técnico y el jugador argentino formado en la residencia de La Masía han reforzado el valor de la marca Barça, una circunstancia decisiva para entender los motivos por los que la directiva prefirió en 2008 al entrenador catalán como sustituto de Frank Rijkaard en vez de a José Mourinho, una figura que tiene vida propia y es igual de rentable en Old Trafford que en el Bernabéu o en Portugal.
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Al argentino no le ha quedado más remedio que ser y sentirse el 'número uno'
A diferencia de Ronaldinho, el mejor exponente del fútbol de playa, Messi es un potrero, un jugador de calle, un futbolista transparente y transmisor de las mejores virtudes que se le suponen a la escuela barcelonista: la humildad, la generosidad, la solidaridad. La Pulga se explica y tiene sentido en la cancha de la misma manera que resulta difícil afrontar sus silencios en la sala de prensa y lanzar su rostro como el mejor icono publicitario. Le gusta la privacidad y se remite a diario al campo, un escenario en el que muestra su pícara sonrisa de niño y, sobre todo, su gen competitivo.
"Messi se aburre cuando no tiene presión", coinciden en el vestuario del Camp Nou varias de las personas que le tratan. Así que ahora mismo seguramente estará picado por el triplete de Cristiano Ronaldo en Mallorca. Balón de oro la temporada pasada, Messi aspira a conquistar en la actual la Bota de Oro y, sobre todo, colaborar en que su equipo gane la Liga. No acostumbra a participar en los festejos de los que no ha sido protagonista, como en la Copa de Europa de París 2006. Tampoco tiene madera de héroe ni ejerce de líder, sino que su jerarquía se impone con naturalidad y después de que el entrenador haya generado las mejores condiciones, a veces situado como extremo y otras como enganche o falso delantero centro.
Al zurdo argentino no le ha quedado más remedio que ser y sentirse el número uno del Barça después de las salidas de Ronaldinho, Deco y Eto'o por decisión del técnico. Guardiola reitera a menudo que en su vida no ha visto un jugador mejor que Messi y, por tanto, se dedica a procurar que no le falte de nada. A veces, sin embargo, no es fácil interpretar sus pensamientos. Hay una imagen, no obstante, que delata el carácter de Messi. Ocurrió el pasado 13 de enero en el vestuario visitante del Sánchez Pizjuán. El Barça acababa de ser eliminado de la Copa del Rey pese a ganar en Sevilla por 0-1 (1-2 para el cuadro andaluz en el Camp Nou) y Messi rompió a llorar de rabia. Le dolió la derrota tanto como a sus compañeros. Aquella noche, Guardiola se sintió especialmente orgulloso por la reacción de su equipo y vaticinó que competirían por todos los títulos: "Vi que, pese a ser campeones, los futbolistas no soportaban perder. Una lección".
El Barça vuelve mañana a Sevilla para defender su liderato y tratar de revalidar el título de Liga. Messi pretende ser de nuevo decisivo con sus jugadas o sus goles. Ya suma 31 en el campeonato, uno más de los que marcaron Eto'o o Romario en su día y tres menos de los anotados por Ronaldo en el curso 1997-1998: el brasileño totalizó 47 en 49 partidos y el argentino lleva ya 44.
Personal e intransferible, Messi no se parece en nada a ninguno de los ex goleadores del Barça y mucho menos al portugués Cristiano Ronaldo. Nadie se lo imagina frente a un espejo, depilándose las cejas o haciendo abdominales para exhibir su cuerpo de atleta. Al argentino le preocupa poco el torso. El secreto de su fútbol se basa en la velocidad de ejecución. Le vale con la cabeza y las piernas. "Leo corre más con la pelota que sin ella", repite Guardiola, señalando el centro de gravedad del argentino, excelente en la conducción y definición. Los técnicos del Barça coinciden en que Messi juega igual ahora que tiene 22 años que cuando cumplió los 15. Hace las cosas sencillas, no da la sensación de angustiarse, calcula sus esfuerzos y se divierte como un niño. Y, ya se sabe, que los niños son imprevisibles.
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